La Nadadora
- Francisla Marós

- 13 jul 2019
- 1 Min. de lectura
Actualizado: 11 ago 2022

Se sumerge en aguas cristalinas tentada por la aparente proximidad del fondo. Se desliza con una facilidad pasmosa sorteando obstáculos de mentira que le acarician la piel. Empuja por momentos, se deja llevar por otros, una carrera incesante contra ella misma. Como en el vientre materno se siente arropada por el líquido que antes era cálido y ahora se ha vuelto fresco. Agradece. La alivia del sopor, se lleva recuerdos de malos tiempos. Como en un bautismo exorciza demonios, lava prematuros pecados, se amiga con su cuerpo. Se desdibuja para reencontrarse. Un ritual veraniego que espera con ansias y se repite. Un encuentro con la niña que, escondida, se anima a asomarse de vez en cuando. Un grito sordo que despierta su instinto, que la fuerza a ceder frente a la tentación de zambullirse en ese lago que la invita. Vuelve a los principios donde, aparentemente, anidan todos sus sueños.







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