top of page

Una casa grande




ree


Gasté una tarde entera tratando de dar con un sueño que me llevara otra vez hasta vos. A la fuerza dormí pedazos de tiempo. Cuartos de hora enteros solo para despertar en otras habitaciones o en la misma de siempre, espacios replicados en los que termine por tropezar con tu ausencia impregnada en el ambiente.

Esfuerzos inútiles por encontrar un camino que me lleve nuevamente hasta esa casa grande. Hasta la mesa donde parecíamos tener una relación que era para todos nueva, aunque nosotros sabíamos que nada tenía lo nuestro de reciente. Las manos apenas tomadas y una satisfacción inexplicable por andar ahí entre todos. Felices de saber que no había que esconderse.

Pero, por más que intente retomar ahí donde quedamos, no logro encontrar el camino. Me fuerzo a pensar lo mismo que pensé antes de dormirme esa vez. Pero nada. La única opción de volver ahí es despierta, con la amargura de saberlo un sueño o la desesperación que me provoca pensar que pueda tratarse de una realidad paralela. Una que me roza, que transcurre sin que pueda yo, desde acá, meterme en ella.

Era todo real. La cercanía y la felicidad, y los ojos grisáceos que podía ver tan de cerca, al punto de contar las rayitas oscuras que se dibujaban en la claridad de tus pupilas y que me resultaba indescriptibles, bellas. Y yo ahí, más joven, con el pelo recogido y todavía castaño. Con la piel todavía tersa y la frente sin estas líneas que me hacen ver tan vieja. Y la sonrisa a medias, como quien sonríe y no tiene necesidad de mostrar los dientes porque la felicidad le brota por los poros, como si le rebalsara la existencia.

Yo plena y vos ahí con la parsimonia de siempre, pero exacerbada. Ya no te veía capturado en el interior de un cuerpo ajeno, así como te adivinaba, aprisionado dentro del cuero. Encerrado. No, estabas a tus anchas. Te veía acompasado, como si se integraran ese que habita dentro tuyo con la forma en que se mueven tus manos y con la sonrisa que se dibuja de vez en cuando en tus labios. Pleno vos también, así te estaba soñando, hasta que el amanecer asomó por la ventana para arrastrarme de esa casa grande. De aquella donde íbamos a bañarnos en una piscina inmensa, agradecidos de que no se nos pasaba la vida sin que pudiéramos encontrarnos, o agarrarnos de la mano, o mirarnos con sonrisas estúpidas. Donde el amor ya no era revuelto ni contrariado. De una vez por todas habíamos coincidido. Y me aferro a cada detalle para no darle el gusto a esta realidad, para que las horas de vigilia no terminen por arrebatarme el sueño donde habitaba esa felicidad extraña. La mía, que parecía ser también la tuya. Igual, sé que es inútil. Que, de a poco, o de repente, voy a olvidarlo. Va a desaparecer la sensación de plenitud y la cercanía y el gozo que se ocultaba detrás del encuentro. Habrá que conformarse, como hasta ahora lo hemos hecho, con haber coincidido en esta vida solo de a ratos y vernos de la mano, cada tanto, en algún sueño.

 
 
 

Comments


© 2023 by FM. Todos los derechos reservados.

FM

  • Instagram
  • Facebook
bottom of page